Fernando Sánchez Dragó (escritor)
¿Cuál era su libro favorito de niño?
Los de Guillermo, Tom Sawyer, Nils Holgersson, Sinuhé el egipcio...
¿Recuerda algún libro ilustrado con especial cariño?
Me fijo más en las letras que en las imágenes. Ya de niño era así. Las imágenes distraen; las palabras concentran. Los tebeos, si acaso. Pulgarcito, DDT, Jorge y Fernando, El hombre enmascarado, Juan Centella... Nombres que ahora no dirán nada a casi nadie.
¿Quién le recomendaba libros cuando era pequeño?
Nadie. Yo era muy sabihondo y los buscaba por mi cuenta.
¿Leía a escondidas?
Sí, sobre todo en las clases. Apagando la luz, casi nunca, porque no me reñían por tenerla encendida.
¿Se compraba sus libros, iba a la biblioteca, tenía libros en casa…?
El ochenta por ciento de los regalos que recibía (por Reyes, en mi santo, en mis cumpleaños) eran libros. A los diez años de edad ya tenía una biblioteca bien surtida. También los cogía en la biblioteca de mis padres, aunque fuesen para mayores, y en las bibliotecas públicas de Soria.
¿Tiene alguna anécdota de cuando era pequeño relacionada con los libros?
Infinitas. Muchas de ellas están contadas en mis libros (en Las fuentes del Nilo y Esos días azules, por ejemplo) que suelen ser autobiográficos. Contarlas me llevaría más tiempo del que estoy dispuesto a emplear en esta entrevista.
¿Qué tres libros para niños recomendaría?
Los citados más arriba, los de Tarzán, los de Antoñita la Fantástica, Huck Finn... Y Corazón. No son sólo para niños.
Algunas ediciones nuevas de libros antiguos retocan los textos para que resulten políticamente correctos. Es el caso de Los cinco, de Enid Blyton. ¿Qué le parece?
Un horror, una herejía... La corrección política es incompatible con la literatura (y con la vida). Todos los cuentos clásicos son tremendamente incorrectos, gracias a Dios o a quien sea. No hay personas más incorrectas (ni siquiera yo) que los niños.
¿Cree que está bien planteado el tema de la lectura en el colegio?
A leer no se aprende. No es una asignatura ni una obligación. Es una devoción, una elección estrictamente personal y, en algunos casos, una vocación. En mi clase escolar había cuarenta y ocho alumnos. Sólo leíamos tres. Los demás preferían pegar patadas a un balón.
¿Cómo enfoca el tema de la lectura con sus hijos?
Tengo cuatro hijos. Todos ellos han nacido rodeados de libros y me han visto leerlos a todas horas. El mayor no lee nunca; la segunda lee mucho y además es escritora; la tercera, según; el cuarto tiene seis años y ya se verá, aunque yo empecé a leer a los tres. Los esfuerzos pedagógicos son inútiles. Sólo cuenta el carácter.