Ana Ribera (ve pelis y escribe libros)
¿Cuál era su libro favorito de niña?
Mi primer libro favorito fue Celia, lo que dice de Elena Fortún. Cuando cumplí siete años, mi madre me lo regaló y me dijo «Cuando yo cumplí siete años éste fue el libro que me regaló la abuela». Lo sigo guardando junto con toda la colección que fui devorando poco a poco. Yo no tenía nada que ver con Celia. Era una niña muy responsable, muy obediente, muy estudiosa... todo lo contrario que Celia pero me encantaban sus historias. Recuerdo también con mucho cariño los libros de Los Cinco, quería ser esos niños y tener esas aventuras y esos planes. Y después, un poco más adelante, me encantó Mujercitas y otro libro de una colección antigua que tenía mi madre con tapas verdes que se llamaba Bajo las lilas.
¿Recuerda algún libro ilustrado con especial cariño?
Este invierno, tras una mudanza familiar, descubrí una caja con un montón de libros de mi infancia. No los recordaba pero al abrir la caja y empezar a sacarlos, de golpe, un millón de recuerdos aparecieron en mi cabeza. Apareció El Hada Acaramelada, de Gloria Fuertes, y en su primera página, con mi letra de niña pequeña, mi nombre Ana Ribera y un primer amago de firma «Ana». En esa caja también aparecieron las Famosas Novelas de Bruguera en las que se publicaban relatos clásicos en formato tebeo. El ejemplar estaba pegado con cinta de embalar porque estaba totalmente descuajeringado de las veces y veces que yo y mis hermanos lo leímos. Historias de Verne, de Salgari, de Karl May... las recuerdo con muchísimo cariño. Ah, y por supuesto la colección Érase una vez el hombre, quizás fue allí dónde nació mi amor a la historia y mi interés en estudiar Historia. Casi olvido la colección de Astérix. Cada día, al volver del colegio, cogía uno para leerlo mientras merendaba. Los he podido leer un millón de veces.
¿Quién le recomendaba libros cuando era pequeña?
En la familia de mi madre todos son grandísimos lectores así que recibía sugerencias de ella y de casi todos sus hermanos: Celia, las novelas del oeste de Zane Grey, las historias de Julio Verne, más adelante una colección terrible de novelitas de amor publicadas en los años 40 y que estaban en casa de mis abuelos. Empezaron a recomendarme y luego yo sola iba cogiendo de las estanterías todo lo que me llamaba la atención.
¿Leía a escondidas?
Sí, leía a escondidas. Leía todo el tiempo, más o menos como ahora. Siempre acarreaba un libro por si tenía oportunidad de leer y por la noche, al acostarme, leía siempre hasta caer dormida o hasta que mi madre entraba enfadadísima a quitarme el libro. Leía mientras merendaba y me hubiera gustado hacerlo también mientras desayunaba pero no me dejaban.
¿Se compraba sus libros, iba a la biblioteca, tenía libros en casa…?
En nuestra casa había muchísimos libros y en casa de mis abuelos también. Con diez años más o menos, en 4º de EGB, en mi colegio te daban acceso a la biblioteca. Para mí aquel acceso fue mágico. Todas las semanas iba a la biblioteca que estaba en una de las aulas y me llevaba un libro o dos, los que me dejaran. Era un ritual que no perdonaba durante todo el curso y que durante las vacaciones de verano echaba muchísimo de menos. Sufría durante el verano porque en la playa no tenía libros y tenía que llorar y pedir que me compraran tebeos. Me encantaba (y me sigue encantando) Mortadelo, por ejemplo.
¿Tiene alguna anécdota de cuando era pequeña relacionada con los libros?
De aquella biblioteca saqué un día un libro titulado Shirley, azafata del aire. No sé muy bien qué pasó pero el caso es que lo perdí por casa. A la semana siguiente volví muy avergonzada a la biblioteca a decir que lo había perdido. Me sancionaron un mes sin poder sacar ningún libro y lloré de vergüenza y pena. Es el único libro que no he devuelto a una biblioteca y jamás lo olvidé. Cuando abrí la caja, que he comentado, hace unos cuantos meses ¡allí estaba Shirley, azafata del aire! ¿Cómo lo perdí? ¿Cómo llegó a aquella caja? No lo sé, pero 32 años después allí estaba, en mis manos, aquella portada que hubiera reconocido en cualquier parte y el lomo con el tejuelo de la biblioteca de mi colegio.
¿Qué tres libros para niños recomendaría?
Otro libro de mi infancia al que le tengo muchísimo cariño y que regalé a mi hermano pequeño, con el que me llevo nueve años, cuando cumplió ocho es Konrad, el niño que salió de una lata de conservas, de Christine Nöstlinger. Me encantó de niña y cuando lo he vuelto a releer ya de adulta me ha seguido pareciendo maravilloso.
Actual recomiendo muchísimo la serie de Hilda, de Luke Pearson. Son unos tebeos maravillosos en los que Hilda, una niña normal, corre distintas aventuras. Son muy entretenidos y los dibujos son maravillosos.
Y para terminar otro clásico, Charlie y la fábrica de chocolate, de Roald Dahl, otro libro de mi infancia, en edición de Alfaguara naranja que todavía tengo guardado.
Algunas ediciones nuevas de libros antiguos retocan los textos para que resulten políticamente correctos. Es el caso de Los cinco, de Enid Blyton. ¿Qué le parece?
Me horroriza. Cuando nació mi hija mayor, en el 2003, con el diario El País, cada domingo se podía adquirir por un euro un cuento clásico con nuevas ilustraciones. Nosotros, como buenos padres primerizos, los fuimos comprando todos. Cuando llegó el momento de leérselo, empezamos por Caperucita y recuerdo perfectamente el shock que me causó llegar al final y ver toda aquella corrección política. Jamás se los leí tal y como venían escritos, siempre me mantuve fiel a la verdadera historia en la que el lobo muere, y lo mismo hice con todos y cada uno de los cuentos de esa colección.
Me espanta la idea de que la ficción, ya sea para adultos o para niños, tenga que ser inmaculada. La idea de que en el mundo que los niños deben descubrir en los libros o en las películas no haya malos, ni estupidez, ni enfrentamiento, ni discusión ni pelea, ni odio, ni tristeza, ni furia, me pone los pelos de punta. Creo que es la mejor manera de criar futuros frustrados.
No creo en valor educativo de la ficción pero si creyera en él, me parece que plantear una ficción sin aristas, sin conflicto, una ficción que no haga a los niños ver el lado oscuro de la vida, de las personas, de las situaciones es la mejor manera de no educarlos.
¿Cree que está bien planteado el tema de la lectura en el colegio?
En el colegio te enseñan a leer e intentan, en la medida de lo posible, fomentar la lectura, pero el gusto por leer y el hábito por la lectura creo que debe enseñarse en casa. Por mucho empeño que se ponga en el colegio en crear un amor a la lectura y a los libros, si en casa no se fomenta, no hay libros, no se lee es complicado que la lectura deje de ser “algo del colegio” y pase a ser algo cotidiano, necesario, rutinario, vital, que pase a ser “casa”.
¿Cómo enfoca el tema de la lectura con sus hijos?
«Mamá, eres pesadísima con los libros» creo que esta frase resume muy bien el enfoque que le he dado a la lectura con respecto a la educación de mis hijas. Desde muy pequeñas les leí cuentos antes de dormir; durante años les leía mientras cenaban, así les descubrí La historia interminable, El Hobbit, El Señor de Los Anillos, lo hacía para que descubrieran los libros y también intentando que no acabaran con mi paciencia porque eran pesadísimas cenando; descubrí que si les leía se distraían y comían más deprisa, y que si dejaban de comer y me quedaba callada a mitad de una frase amenazando con no seguir con la historia, rápidamente volvían a comer. Fuimos a la biblioteca cada semana durante años y nunca les digo que no si lo que quieren comprarse es un libro.
Ahora mismo que están entrando en la adolescencia me cuesta más que lean, básicamente porque están en modo «no me apetece». Cuando se deciden a entrar en alguno de los muchos que libros que les dejo por casa a su alcance... son lectoras voraces que devoran los libros en un par de días y que leen, como hacia yo, mientras desayunan, comen y meriendan y a escondidas cuando yo ya creo que están durmiendo.
Ana Ribera García-Rubio es licenciada en Geografía e Historia pero ha desarrollado toda su carrera profesional en el mundo de la televisión. Actualmente dirige el Departamento de Producción Ajena de Castilla-La Mancha Media. Apasionada por la lectura, descubrió que también le gustaba escribir cuando comenzó su blog personal Cosas que (me) pasan, en el que escribe de manera continuada desde hace diez años sobre todo lo que le pasa, escucha, ve, siente, lee y vive. En 2013 publicó Una madre sin superpoderes y recientemente acaba de publicar Los días iguales.