Jorge Freire (ensayista)
¿Cuál era su libro favorito de niño?
Juan Chorlito y el indio invisible, de Janosch. Y unos cuantos Mortadelos: El cochecito leré, La cochinadita nuclear, El gran sarao… Como tantos españoles, guardo una impagable deuda de gratitud con Ibáñez.
¿Recuerda algún libro ilustrado con especial cariño?
Leía el Gente Menuda, donde aparecían, además de Mortadelo, dos páginas semanales de Anacleto, Conan, Blueberry, El Capitán Trueno, Superlópez… Y Spiderman. El primer ejemplar que cayó en mis manos contaba la muerte de Gwen Stacy. Sacramento que imprime carácter. Era, a la vista está, uno de esos números que crean afición.
¿Quién le recomendaba libros cuando era pequeño?
Nunca hice mucho caso a las recomendaciones. Mi padre nunca consiguió que leyese Miguel Strogoff, por ejemplo.
¿Leía a escondidas?
Creo que no.
¿Se compraba sus libros, iba a la biblioteca, tenía libros en casa…?
Me regalaban constantemente libros y cómics. Era un niño nervioso y muy hablador, pero afortunadamente podía pasarme horas leyendo.
¿Tiene alguna anécdota de cuando era pequeño relacionada con los libros?
Me llevaron a la Feria del Libro de Madrid con siete u ocho años y le dije a Mingote, ante su perplejidad y la de mis padres, que era “mi principal influencia”. Sin ínfulas, ¿eh?
¿Qué tres libros para niños recomendaría?
El diamante del Rajá, de Stevenson. A lo mejor alguno de terror marino de William Hope Hodgson, como Una voz en la noche. Y En las nubes, de Ian McEwan.
Algunas ediciones nuevas de libros antiguos retocan los textos para que resulten políticamente correctos. Es el caso de Los cinco, de Enid Blyton. ¿Qué le parece?
Entiendo que toda nueva edición trata de adaptarse al lenguaje de su tiempo. Supongo que al mutilar la palabra “nigger” en Huckleberry Finn se corre el riesgo de escamotear al lector adulto que el prófugo Jim es un esclavo. Teju Cole, que es de origen nigeriano, dice que el racismo de Shakespeare no le impide disfrutar de sus sonetos, y hace bien. Pero con los niños es diferente, porque no cuentan con una distancia crítica que les permita separar el grano de la paja. Así que veo justificado el retoque en algunos casos.
¿Cree que está bien planteado el tema de la lectura en el colegio?
Después de unos cuantos años siendo profesor de secundaria, tengo claro que no. Yerran los pedagogos al entusiasmarse con toda novedad educativa, prescindiendo en ocasiones del sentido común. Es de cajón que, para contagiar la lectura, el docente debe leer. Tampoco ayuda esa boba fascinación por la tecnología, tan propia de nuestro tiempo, y que resulta más propia de niños que de adultos. Qué le vamos a hacer si no hay motivos para esperar que una tablet sustituya a un libro. Un buen uso de estos artefactos, que no son buenos ni malos per se, depende exclusivamente de la labor del profesorado. Cada maestrillo tiene su librillo, pero obcecarse con el aprendizaje colaborativo o, pongamos, con las inteligencias múltiples no implica desoír las verdades del barquero.
¿Cómo enfoca el tema de la lectura con sus hijos?
Todavía no tengo. Cuando llegue el momento, no los ataré en corto. El verdadero aprendizaje es imitativo. Cuando ven a sus padres leer, los niños leen.
Jorge Freire (Madrid, 1985) es filósofo de formación. Ha publicado una biografía intelectual sobre la novelista Edith Wharton y un ensayo sobre Arthur Koestler y la guerra civil titulado Nuestro hombre en España. Escribe en El Mundo, Letras Libres y El País. Aunque no es presuntuoso, lleva un blog de libros en The Objective titulado "Geórgicas".