Blanca Establés (editora)
¿Cuál era su libro favorito de niño?
Creo que me quedo con toda la saga de Celia, de Elena Fortún. Al ser tantos libros y ser Celia un personaje que crece, sus historias me han acompañado hasta que he sido mayor, por lo que no puedo olvidarme de ella. Televisión Española hizo una serie preciosa que sólo duró seis episodios por problemas de presupuesto y se canceló casi nada más empezar. Aún no me he recuperado de eso.
¿Recuerda algún libro ilustrado con especial cariño?
Sin duda, El viaje de Babar. Mi parte preferida es en la que se escapan de unos odiosos domadores de un circo y acaban desayunando croissants en algo parecido a un piso franco. Es una edición de Aliorna, en cartoné y de formato muy grande que tengo desde muy pequeña. Me encantaban las aventuras de Babar y suelo revivir el drama de cuando dejó de pasarme por la cabeza un pijama que tenía de él. También le tengo mucho cariño a Cuentos de animales, ilustrado por Eric Kinkaid y publicado por Everest, que me regaló mi madre un día por sorpresa cuando volvió del trabajo. De más mayor, como casi todos los niños, mucho Astérix y Tintín, y un libro espectacular que tengo de los hermanos Grimm, con todos los cuentos recopilados y acompañado de grabados antiguos, editado por Compañía Literaria.
¿Quién le recomendaba libros cuando era pequeño?
Los dueños de la Librería París, de Zaragoza. Es la librería donde mis abuelos, mi madre y mis tías han comprado libros desde siempre, así que siempre ha sido una segunda casa y me conocen perfectamente. De hecho, como mi madre tiene cuenta en la librería, me llevaba lo que quería y no tenía ni que pagar.
¿Leía a escondidas?
Continuamente. La frase amenazante de “apaga ya la luz y duérmete” siempre me pareció odiosa, por lo que seguía leyendo sin que se dieran cuenta hasta que me caía de sueño. Leía con linternas pequeñas debajo de las sábanas, escondía tebeos debajo de los libros de texto y hasta me metía con periódicos en clase en la universidad. Estudié periodismo y repartían ejemplares antes de entrar al aula, por lo que era algo inevitable.
¿Se compraba sus libros, iba a la biblioteca, tenía libros en casa…?
Fui una niña completamente mimada con la lectura. Aprendí a leer desde muy pequeña y no había nada que me gustara más, así que siempre estuve rodeada de libros. Que yo recuerde, nunca me dijeron no a comprarme un libro, por lo que vivía sepultada por ellos. Vengo de familia lectora, con buenas bibliotecas y extremadamente generosa a la hora de prestar libros: lo más parecido a una barra libre.
¿Tiene alguna anécdota de cuando era pequeño relacionada con los libros?
Junto con el 6 de enero, el 23 de abril, San Jorge y Día del Libro, es mi momento preferido del año. Al ser festivo en Zaragoza, las librerías sacaban los libros a la calle y durante lo que durara el paseo por los tenderetes yo tenía permiso para escoger libros casi sin freno. Como me tocó nacer en verano, en el desierto y sin posibilidad de vistas al mar, era casi como una venganza personal.
¿Qué tres libros para niños recomendaría?
Tengo absoluta devoción por todo lo que escribe Fernando Lalana, pero me quedaría con su saga de detectives de Marijuli y Gil Abad, que es de lo mejor que hay en literatura juvenil. Por supuesto, todo Manolito Gafotas, de Elvira Lindo; pasan los años y cada vez que releo algún pasaje las carcajadas siguen siendo las mismas. Y como último libro, uno genial de Carmen Vázquez-Vigo titulado Caramelos de menta sobre una pandilla de amigos que sin querer destrozan el toldo de un tendero con un petardo y se pasan todo el verano ingeniando cómo pagarlo.
Algunas ediciones nuevas de libros antiguos retocan los textos para que resulten políticamente correctos. Es el caso de Los cinco, de Enid Blyton. ¿Qué le parece?
Una estupidez. Principalmente porque cada historia es hija de su tiempo y tratar a los niños como si fueran tontos o no explicarles cómo se vivía hace cuarenta años es contraproducente. Hubo mucho revuelo con el cómic de Tintín en América en Canadá porque era un álbum racista, infantil y simplista y no daba una buena imagen de los indígenas. Estamos hablando de un publicación de 1932, llena de tópicos y obviamente incorrecta, pero es que la sociedad era así. No hay que ocultar el pasado.
¿Cree que está bien planteado el tema de la lectura en el colegio?
No sé cómo está la situación actualmente, la verdad, así que no puedo opinar. Solamente diría que lo que hay que intentar hacer cuando son más pequeños es escoger libros de entretenimiento que sobre todo sean divertidos, para que algo obligatorio como la lectura en las aulas no se convierta en un suplicio.
¿Cómo enfoca el tema de la lectura con sus hijos?
No tengo hijos y odiaría convertirme en esa clase de madre que obliga a sus hijos a leer porque sí o porque a mí me encanta. La lectura es una elección propia.
Blanca Establés Learte es periodista y editora, aunque en el fondo lo que de verdad quisiera es ser escritora.