Luis Ruiz del Árbol (abogado e ilustrador)
¿Cuál era su libro favorito de niño?
El primer libro al que recuerdo haberme enganchado, creo que con cuatro o cinco años, fue El viaje de Babar; lo tenía todo: elefantes, globos, elefantes que viajaban en globo, luchas contra malvados rinocerontes... Más tarde, con nueve o diez años, me aficioné a las novelas de Salgari, Verne y Sabatini, y de todos ellos me quedo sin duda con Miguel Strogoff. El punto en común son los viajes a lugares muy lejanos y exóticos, y un bueno muy bueno que lucha contra un malo muy malo…
¿Recuerda algún libro ilustrado con especial cariño?
Uno muy conocido: Donde viven los monstruos, de Maurice Sendak. Se lo regaló una novia inglesa que tenía un tío mío a mi hermana mayor… y se lo “robé”. De pequeño era muy trasto, así que me identificaba mucho con Max. A mis hijos ahora les gusta tanto o más que a mí. Se lo leo prácticamente todas las semanas.
Conservo también de esa época la serie de Soy un Museo/Banco/Tienda/Estadio, etc. de Mi Primera Biblioteca Altea, una colección de libros con una grandísima calidad de ilustraciones. Soy una Estación, dibujado por Ulises Wensell, tiene tal nivel pictórico y literario (incluso poético), que cuando lo leo ahora me deja con la boca abierta. No me extraña que me fascinara tanto de pequeño.
¿Quién le recomendaba libros cuando era pequeño?
Mis padres. Ambos son unos lectores y bibliófilos empedernidos. Me crié en una casa forrada de arriba a abajo de librerías. Mis padres tenían el criterio de que para libros siempre había dinero. Particularmente, entre otras muchísimas cosas desde el punto de vista cultural, le debo a mi padre haberme hecho partícipe de su enorme pasión por el cómic: desde enano he devorado Tintin, Astérix, Lucky Luke, Mafalda, todo lo habido y por haber de Bruguera (Mortadelo, 13 Rué del Percebe, Súper López), Capitán Trueno, El Jabato, El Corsario de Hierro, etc. y, sobre todo, algo muy raro en mi entorno, haberme dado a leer a los grandes de la época de oro del cómic yanqui: Harold Foster (El Príncipe Valiente, mi favorito de siempre), Alex Raymond (Flash Gordon, Jungle Jim, Rip Kirby), Winsor McCay, etc., etc. Mi única laguna (más bien océano) eran los cómics de superhéroes, a los que solo accedía a través de mis primos o compañeros de clase, y que tampoco me han interesado especialmente mucho.
¿Leía a escondidas?
No, no me hacía falta, si pedía permiso para leer me lo daban sin pegas. ¡La gran ventaja de un hogar cultureta!
¿Se compraba sus libros, iba a la biblioteca, tenía libros en casa…?
Tenía casi todo en casa; soy el tercero de seis hermanos y casi todos hemos salido muy lectores. Mis padres eran mis dealers, así que hasta la adolescencia, cuando empecé a desarrollar gustos propios, no me preocupé mucho de ello. A partir de los quince años, cuando me empezaron a gustar cómics o libros que se salían de la ortodoxia hogareña (como Katsuhiro Otomo o Hugo Pratt, nada fuera de lo normal…), ya tuve que ahorrar por mi cuenta. Siempre he sido poco de bibliotecas porque soy un fetichista de los libros, muy posesivo con ellos. No es una gran virtud de la que enorgullecerse…
¿Tiene alguna anécdota de cuando era pequeño relacionada con los libros?
De pequeño, desde los siete años, vivía en un pueblo que estaba lejísimos de Madrid capital. Empecé a viajar autónomamente a Madrid a partir de los doce años solo para ir a Madrid Comics, Metrópolis o a El Aventurero. Aunque fuera sin un duro, pero solo para pasarme las tardes enteras leyendo a Akira o cualquier cosa de Frank Miller.
Las tiendas de cómics que me gustaban estaban en unas calles que, a principios de los 90, no eran la cosa esta cuqui-hipster en la que se han convertido ahora. Eran todavía zonas muy canallas y degradadas, muy sucias y donde deambulaba gente que no solía ver en el salón de mi casa… Así que viajar a Madrid a por cómics en mi pre-adolescencia era una experiencia iniciática total. Lo que hacía era muy underground, aunque yo no tenía ni remotamente idea ni conciencia de ello…
¿Qué tres libros para niños recomendaría?
Los mismos que me apasionaban a mi: Donde viven los monstruos; un recopilatorio alucinante de todo Babar de Jean de Brunhoff que ha sacado Norma; y, para algo más mayores, cualquiera de la serie de “Elige tu propia aventura”.
Algunas ediciones nuevas de libros antiguos retocan los textos para que resulten políticamente correctos. Es el caso de Los cinco, de Enid Blyton. ¿Qué le parece?
Como decía Don Alfredo, “cortita y al pié”: no lo comparto. A los niños hay que tratarles como niños, no como enanos mentales (con perdón). Queremos construir alrededor de ellos un ambiente afectivo que les aísle del mal y del dolor, lo que, ojo, me parece normal. Pero si llevamos esto muy lejos les estamos privando de algo fundamental para la creatividad: el sentido del riesgo y del misterio. Probablemente estemos creando la falsa apariencia de un mundo muy amable que no ofrece incentivo alguno para vivir con pasión y arrojo.
En suma, me parece un error. Y aprovechando la pregunta, una recomendación para adultos: los Cuentos políticamente incorrectos de James Finn Garner. El de Caperucita Roja y el de Los Tres Cerditos son descacharrantes.
¿Cree que está bien planteado el tema de la lectura en el colegio?
En el caso del colegio al que van mis hijos (el mayor tiene 7, y los gemelos, 4), sí, muy bien planteado. Incentivan mucho la lectura desde todos los puntos de vista inimaginables, y lo hacen muy bien.
Y, desde luego, si lo comparamos con mi época escolar (años 80/90), la diferencia a mejor es abismal; no solo en mi experiencia personal, sino también en lo que veo en los colegios, públicos o privados, a los que mis amigos y familiares mandan a sus hijos.
¿Cómo enfoca el tema de la lectura con sus hijos?
Lo primero y más importante, a mi entender: la ósmosis. Trato de no ser muy pesado; creo que lo primero es que vean que yo leo y que disfruto un montón leyendo. Mi mujer lee incluso más que yo, y los dos solemos hablar y comentar sobre lo que estamos leyendo en cada momento.
Luego, para mí, que trabajo fuera de casa de sol a sol y solo veo a mis hijos a última hora del día, es un momento privilegiado para estar con ellos leerles un cuento antes de acostarse. Trato de convertirlo además, si no llego tardísimo, en una auténtica performance, me divierte dramatizar o hacer el payaso con ellos.
Me gustaría que, de forma implícita, comprendieran que la cultura no es un fardo pesado que, además, no tiene nada que ver con la vida.
Luego, supongo, según vayan creciendo, se aficionarán o no a la lectura, esa es su libertad y/o temperamento, pero que al menos tengan una mínima base desde la que partir y empezar a recorrer su propio camino.
Fromthetree (Luis Ruiz del Árbol Moro), Pontevedra, 1977, es abogado e ilustrador. En esta última faceta, entre otras muchas colaboraciones, ha realizado trabajos para varias revistas (Ibi Oculus, Temblor, El Monosabio), grupos de música (La Guerra Relámpago -2012- y Pequeña Victoria -2014-, de Pupila) y más recientemente las ilustraciones del poemario Cero, de Pablo Luque Pinilla (Renacimiento, 2015), del álbum ilustrado Jaimecedario (Babidi-Bú, 2018), Los días iguales, de Ana Ribera (Next Door Publishers, 2018) y Giobbe e l’enigma della sofferenza, de Ignacio Carbajosa (Itaca, 2018). Es padre de cuatro hijos.
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