Nido de Ratones

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Borja Bauzá (periodista)

¿Cuál era su libro favorito de niño?

¿En mi más tierna infancia? Me temo que no lo recuerdo. Es más: no recuerdo buena parte de lo que leí durante aquellas primeras incursiones. Perduran, no obstante, dos nombres en la memoria: Fray Perico y Jorgina, aquella muchacha tan aguerrida que metió Enid Blyton en las aventuras de los famosos Cinco. ¿Que por qué me acuerdo de Jorgina? No lo sé. Quizás fue mi primer amor.

¿Recuerda algún libro ilustrado con especial cariño?

Una Biblia para niños que me regalaron las autoridades escolares con motivo de algún rito. Tendría yo unos ocho años, más o menos. Unos cursos más tarde, y con motivo de mi Primera Comunión, mi tía Cristina y mi tío Fernando me regalaron la colección completa de Tintín y unos amigos de mis padres hicieron lo propio con la colección completa de Astérix. Pasé años desayunando mi tazón de cereales en compañía de esos cómics.

¿Quién le recomendaba libros cuando era pequeño?

El profesorado. Pero no eran exactamente recomendaciones; eran deberes. Los únicos deberes que no detestaba.

¿Leía a escondidas?

En casa nunca tuve necesidad de esconderme porque mis padres jamás me obligaron a cerrar libro alguno, aunque a veces me diesen las tantas. En clase sí leí a escondidas en una ocasión, pero no fue en el colegio sino en la facultad de Historia. Aproveché una asignatura aburridísima para meterme 1984, de Orwell.

¿Se compraba sus libros, iba a la biblioteca, tenía libros en casa…?

Siempre hubo libros en casa. Luego, a la edad de 13 o 14 años, empecé a comprar algunos. He recurrido poco a las bibliotecas.

¿Tiene alguna anécdota de cuando era pequeño relacionada con los libros?

Cuando cumplí 12 años mis dos mejores amigos de entonces tuvieron el detalle de personarse en la celebración con un regalo: El Hobbit. Recuerdo haberlo hojeado esa misma noche con bastante pereza –¿trasgos? ¿hobbits? ¿pero qué cojones…?– hasta la página diez o doce. Y entonces… shuuup! Me atrapó. No sé cuánto tardé en acabarlo. ¿Una noche? ¿Dos? No creo que llegase a tres. El caso es que, al cerrarlo, me sentí francamente mal. ¡No quería largarme de la Tierra Media! Por eso cuando me dijeron que aquella sólo era la introducción de una aventura tremenda llamada El señor de los anillos me puse a dar saltos –literalmente– de alegría. Poco después alguien me regaló La comunidad del anillo, el primer tomo de la saga, y en pocos meses ya estaba hecho un frikazo de campeonato. Si Juan Muñoz Martín fue quien sembró en mí la semilla de la lectura con su entrañable Fray Perico, Tolkien fue quien la regó.

¿Qué tres libros para niños recomendaría?

Supongo que lo más inteligente es recomendar una exploración a fondo de las series azul y naranja de El Barco de Vapor. Como he dicho en mi primera respuesta, de esas incursiones sólo recuerdo a Fray Perico y ni siquiera los nombres de los libros que protagonizaba. No obstante, sigo en deuda con el poso que me dejó aquella colección. También recomendaría casi cualquier aventura de mis queridos Mortadelo y Filemón porque creo que Francisco Ibáñez supo caricaturizar muy bien la realidad que nos rodea. Termino con la versión infantil, que seguro que la hay, de la Odisea.

Algunas ediciones nuevas de libros antiguos retocan los textos para que resulten políticamente correctos. Es el caso de Los cinco, de Enid Blyton. ¿Qué le parece?

Que Idiocracia cada vez está más cerca de convertirse en un documento antropológico.

¿Cree que está bien planteado el tema de la lectura en el colegio?

No debería opinar al respecto porque no tengo ni idea de cómo está planteado actualmente el tema de la lectura en el colegio. Aunque sospecho, con mi habitual pesimismo, que las cosas podrían ir mejor.

¿Cómo enfoca el tema de la lectura con sus hijos?

No tengo hijos. Si los tuviese, dependería de su carácter. Si veo que a partir de cierta edad siguen sin tocar un libro trataría de alimentar su curiosidad de alguna manera. Siempre cuidándome muy mucho de no convertir el asunto en una obligación para ellos, por supuesto.

Borja Bauzá (Madrid, 1985) se licenció en Historia pero se dedica al periodismo. Escribe sobre los dimes, diretes y claroscuros de la sociedad estadounidense en The Objective. También firma reportajes en las publicaciones del grupo Muy Interesante y, cuando se le ocurre alguna idea, en revistas especializadas de toda índole; desde Panenka hasta Letras Libres. Lo que viene siendo un freelance, vaya. @ClanMacbean