Nido de Ratones

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Miki Naranja (poeta)

¿Cuál era su libro favorito de niño?

Es difícil contestar con precisión, pero, si se me permite exceder en número al enunciado... elijo tres:

La historia interminable, Las aventuras del pequeño Nicolás (cualquiera de ellos) y El viaje de Babar.

¿Recuerda algún libro ilustrado con especial cariño?

Recuerdo la maravillosa dupla de Quentin Blake con Roald Dahl, el orden de los factores en este caso tiene su importancia ya que fueron las ilustraciones de Quentin las que me inocularon “el veneno” del Galés.

¿Quién le recomendaba libros cuando era pequeño?

Pues… la verdad, nadie. Es decir, mis padres (siguiendo un plan, más o menos preconcebido, pero que al cabo se demostró eficaz) dejaron siempre muchos y variados libros a mi alcance. No hubo por su parte una actitud tutelar o ascendiente; arrojaron migas, y el hambre hizo el resto.

¿Leía a escondidas?

Sí. Leía (y mantengo esa costumbre) en los lugares más insospechados: en la cama, en el baño, en la despensa, en clase…

Parte de mi infancia fue “problemática”; tenía un grado de timidez extremo, muchas dificultades para relacionarme con mis semejantes, sufrí (en una época tasada y pasada, por fortuna) algunos episodios de acoso y exilios sociales (he de decir que mi personalidad no ofrecía mucha alternativa). Todo ello hizo que los libros no fuesen solo una herramienta de aprendizaje o un entretenimiento inocuo sino que se convirtieron, en palabras de Bobin, “en esa habitación a la que nunca vas, la más profunda, la más retirada”

¿Se compraba sus libros, iba a la biblioteca, tenía libros en casa…?

He bebido en ambas fuentes. Tuve, como ya decía, la inmensa suerte de contar con más oferta que demanda. Todavía procuro mantener (en mi entorno) aquellas anomalías de mercado.

¿Tiene alguna anécdota de cuando era pequeño relacionada con los libros?

Una vez me quedé leyendo tumbado en la trasera del autobús, me pasé la parada y llegué hasta las cocheras. Fue allí donde me descubrió el chófer.

¿Qué tres libros para niños recomendaría?

Al igual que con la primera pregunta cabría excederse, pero esta vez me ciño al enunciado:

1)   Las crónicas de Narnia

2)   Jim Botón y Lucas el maquinista

3)   El libro de las camas

Algunas ediciones nuevas de libros antiguos retocan los textos para que resulten políticamente correctos. Es el caso de Los cinco, de Enid Blyton. ¿Qué le parece?

Mal, o por contestar de un modo menos categórico, poco sensato, lo explico:

En primer lugar no soy especialista en pedagogía ni en educación y las opiniones que pueda verter a continuación son fruto únicamente de mi apreciación racional y de experiencia personal.

Cualquier niño debe ir familiarizándose desde edades muy tempranas con las categorías morales fundamentales: verdad, mentira, maldad, bondad… y, aquí se intuye mi envoltura jurídica, no puede existir la ley sin libertad. O dicho de otra forma, cuanto mayor es la muestra más certera es la elección.

Resulta difícil desarrollar esto con la hondura que requiere un asunto tan capital, pero la pregunta abre un debate nutritivo.

En el 47 del pasado siglo Tolkien escribió un ensayo, “Sobre los cuentos de hadas”, titulaba; de él recojo este extracto que, sin duda, resume mejor lo que trato de apuntar:

Los niños están hechos para crecer, no para quedarse en Peter Pan. No perder la inocencia y la ilusión, sino progresar en la ruta marcada, en la que ciertamente es mejor llegar que viajar esperanzados, aunque hayamos de viajar esperanzados si queremos llegar. Pero las enseñanzas de los cuentos de hadas es que a la juventud inexperta, abúlica y engreída, el peligro, el dolor y el aleteo de la muerte suelen proporcionarle dignidad y hasta en ciertos casos sentido común. No caigamos en el error de dividir a la humanidad entre elois y morlocks: hermosos niños (elfos, como estúpidamente los calificaba el siglo XVIII) con sus cuentos de hadas cuidadosamente podados por un lado, y morlocks tenebrosos por otro, al cuidado siempre de sus máquinas […] siempre es preferible que algunas de las cosas que [los niños] lean, en particular los cuentos de hadas, sobrepasen su capacidad y no se les queden cortas. Los libros, como la ropa, no deben estorbar el crecimiento; los libros deben, cuanto menos, alentarlo”.

¿Cree que está bien planteado el tema de la lectura en el colegio?

Contesto con las mismas precauciones que en la pregunta anterior, creo que no. Sin dejar de fomentar el hábito lector, pues aquí “el hábito sí hace al monje”, se deberían abrir itinerarios basados en el entusiasmo.

¿Cómo enfoca el tema de la lectura con sus hijos?

Ahora mismo, por su edad, nos encontramos en la “cara oculta de la luna” y procuramos que vayan fijando hábitos de lectura: acompañándoles, leyéndoles cuentos, leyendo nuestros libros a la vez que ellos hacen “sus cosas”…

Confiamos en que la repetición y el “ejemplo osmótico” vayan penetrando la corteza hasta alcanzar la almendra de su asombro.

Y cuando lleguemos, si llegamos, a la parte donde pega el sol ya veremos cómo nos las ingeniamos para mantener vivo su entusiasmo.

En todo caso, es una labor ingente y fabulosa.

Miguel Ángel Herranz, poeta y funcionario público. Nacido en 1978 en la tierra de Chacel y Delibes, estudió derecho al tiempo que se abría camino en su otro oficio, el de la escritura, del que asegura que siempre será novel. Autor en varios formatos, desde la prensa tradicional a las redes sociales, tiene tres libros publicados: Lírica de lo cotidiano (Renacimiento), Érase una pez (B de Blok) y Palabras de perdiz (Comba). Pueden seguirle en su cuenta de IG, @mikinaranja