¿Cuál era su libro favorito de niño?

Mmmm, varios. Pero si tuviera que elegir, diría 20.000 leguas de viaje submarino. Con esta novela experimenté por primera vez el poder mimético de la literatura. Me iba a la cama imaginando formar parte de mundos bajo el mar y tal. Recuerdo, incluso, que les pedí a mis padres que me llevaran a Vigo, por aquello de su relación con el Nautilus. Quizás sea la novela iniciática para mí, sí.

¿Recuerda algún libro ilustrado con especial cariño?

No sé si cuenta como libro ilustrado, pero me quedo con la colección de tebeos de Superlópez. Sólo dios sabe cuántas veces pude leer esos veinte o treinta números. Entendido ya sí como libro ilustrado, me viene a la mente una Iliada ilustrada que rodaba por casa. Eran tesoros.

¿Quién le recomendaba libros cuando era pequeño?

En mi casa nadie era lector, pero mi madre se preocupaba por que no faltaran tebeos y libros en mi mesilla. Supongo que fue mi primera prescriptora.

¿Leía a escondidas?

No. Pero robé varios ejemplares de la biblioteca del colegio, actividad que sí tenía que pasar por clandestina.

¿Se compraba sus libros, iba a la biblioteca...?

La figura de mi madre es básica aquí. Recuerdo que compró una colección de libros que tenían adaptación cinematográfica porque estaban editados maravillosamente y quedaban preciosos en el salón. Los leí todos: El silencio de los corderos, Lo que el viento se llevó... Cuánto le debo. Las bibliotecas del colegio y de mi pueblo llegaron más tarde.

¿Tiene alguna anécdota de pequeño relacionada con los libros?

Hay una que recuerdo con especial cariño: garabateaba las hojas de los cómics para cambiar el final de las historias. Algo germinaba ahí, supongo.

¿Qué tres libros para niños recomendaría?

Para la niñez: el Manolito de Elvira Lindo y el Fray Perico de Juan Muñoz. Para la adolescencia: Miguel Strogoff.

Algunas ediciones de libros antiguos retocan los textos para que resulten políticamente correctos. ¿Qué le parece? 

Me parece una práctica infame. Juzgar bajo la moral de hoy escritos de siglos pasados hasta llegar a censurarlos me parece una de las grandes decadencias de nuestra era.

¿Cree que está bien planteado el tema de la lectura en el colegio?

Rotundamente no. Se pretende instruir culturalmente a los muchachos con grandes obras de la literatura universal para las que suelen no estar preparados intelectualmente en la adolescencia. Lo que se ha de hacer, en mi opinión, es inyectar en el alumno el veneno de la lectura. Los quijotes y las celestinas vendrán después.

¿Cómo enfoca el tema de la lectura con sus hijos?

Con la absoluta convicción de que han de ser ellos libremente quienes cojan un libro, lo hojeen, lo analicen y lo lleven consigo para siempre (o lo tiren por la ventana, tanto da). Yo como mucho puedo inducirles a, pero a partir de ahí corre todo de su cuenta.

Carlos Mayoral es escritor y periodista cultural. Colabora con distintos medios como The Objective, Jot Down Magazine y Archiletras, así como con la sección de cultura del diario digital El Español. Es autor de dos novelas, Etílico (Ed. Libros.com) y Un episodio nacional (Ed. Espasa). También ha publicado el ensayo Empiezo a creer que es mentira (Ed. Círculo de Tiza) y ha participado en la obra colectiva La España de Abel (Ed. Deusto). Como apuntó Nacho Carretero, «es el vigilante –siempre de guardia– que vela por la literatura», labor que desempeña activamente a través de su cuenta de Twitter, @Carlos_Mayoral, y de su blog personal, La Voz de Larra.