Nido de Ratones

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Bibiana Candia (poeta y escritora)

¿Cuál era su libro favorito de niña?

Boy (relatos de infancia), de Roald Dahl, y sigue siéndolo hoy en día. Es uno de los libros a los que vuelvo de vez en cuando. Durante muchos años pensé que era un historia de ficción como las otras, cuando descubrí que era parte de la vida de Roald Dahl me fascinó todavía más. 

¿Recuerda algún libro ilustrado con especial cariño?

Recuerdo uno que se llamaba Cosas y casos, editado por el Circulo de lectores, me da mucha pena no conservarlo. Estaba dividido en cuatro secciones : Cosas y casos de tu cuerpo, de nuestro planeta, de los animales y de los animales prehistóricos. En cada página tenía ilustraciones enormes con pequeños párrafos intercalados donde contaba todo tipo de datos y rarezas. Era una enciclopedia para curiosos que te podía explicar las partes de la célula, cuál era el animal más rápido del mundo, el océano más grande o cuándo se extinguieron los dinosaurios. 

¿Quién le recomendaba libros cuando era pequeña?

En mi casa no había tradición lectora, en el mueble del salón estaban las típicas enciclopedias de los ochenta y algunos clásicos, un Quijote para niños, Tom Sawyer y unos pocos títulos contemporáneos. Las primeras recomendaciones llegaron con el Circulo de lectores, el señor que venía a nuestra casa se llamaba Pastor. En cada una de sus visitas podía elegir un libro para mi, él abría el catálogo por la página de infantil y juvenil y marcaba con un bolígrafo los que creía que me podían gustar más. Yo leía las sinopsis y elegía. 

Mi primer Roald Dahl, Danny, el campeón del mundo, se lo debo a él. 

¿Leía a escondidas?

Leía todo el tiempo, a escondidas y a plena luz. A los siete u ocho años me regalaron una lámpara minúscula que se sujetaba al libro con una pinza, leer en una habitación a oscuras o bajo las mantas se volvió facilísimo. 

¿Se compraba sus libros, iba a la biblioteca, tenía libros en casa…?

En casa se empezaron a comprar más libros cuando se dieron cuenta de que mi ansia por leer era cada vez mayor. A los nueve años mi madre me compró el primer libro de Los cinco y acabé juntando la colección casi completa, que aún conservo.

Por ese entonces también descubrí que en el colegio había una biblioteca, en realidad era un aula que ya no se usaba donde habían colocado estanterías llenas de libros, la mayoría enciclopedias. Solían mandar allí a los castigados, para que estudiasen y a los mayores para buscar información para trabajos pero a los de menos de catorce años nunca nos animaron a entrar. Pasé muchas horas allí leyendo sobre civilizaciones antiguas, mitología y geografía.  

¿Tiene alguna anécdota de cuando era pequeña relacionada con los libros?

Los de octavo de EGB iban a representar en la fiesta de fin de curso Tres sombreros de copa, de Miguel Mihura. El profesor que dirigía la obra pidió que nos llevasen a los pequeños de público al ensayo general. 

Probablemente fue un destrozo de la obra original perpetrado por adolescentes, pero a mi me pareció el mejor espectáculo que había visto jamás. Cuando volvimos a nuestra clase, le pregunté a mi profesora quién se había inventado esa historia tan divertida. Mi lógica de ocho años me decía que tendría que haber sido un profesor o alguien que nos conociese muy bien, alguien que supiese cómo hacer reír a los niños. 

Doña Charo me explicó que el autor de la obra no estaba vivo y que el teatro, originalmente, también existe en forma de libros, así que si tanto me había gustado, podía comprar y leer la obra tantas veces como quisiese.  

Fue la primera vez que pensé en el autor como una persona física y en la repercusión que puede tener la obra, más allá de la vida y muerte de quien escribe. Me impresionó muchísimo.

¿Qué tres libros para niños recomendaría?

Para empezar, todos los niños se deberían conocer a Pippi Calzaslargas cuando tienen la misma edad que ella. Es un personaje magnífico, atemporal, surrealista, rebelde, tierna y divertidísima. Lo tiene todo. 

Roald Dahl tampoco puede faltar en ninguna biblioteca infantil, nadie como él para enseñar a mirar lo ordinario como si fuese extraordinario. Matilda, Charlie y la fábrica de chocolate son un buen punto de partida para cualquier lector.

Todos los que leíamos vorazmente cuando niños sabemos que la literatura a esas edades es ante todo escapismo, la búsqueda de una realidad extraordinaria a la vuelta de la página y por eso, la aventura de las aventuras es La isla del tesoro, de R.L. Stevenson. Aunque de tanto repetirla la referencia se ha convertido en tópico, es la gran aventura que a los doce años queríamos vivir.

Algunas ediciones nuevas de libros antiguos retocan los textos para que resulten políticamente correctos. Es el caso de Los cinco, de Enid Blyton. ¿Qué le parece?

Me parece una falta de respeto, no solo a los autores, sino especialmente a los niños. Considerarlos incapaces de entender o asimilar una situación injusta o peligrosa en un contexto de ficción es negar la capacidad más enorme de la infancia, la imaginación. Esto es gravísimo no solo por una cuestión puramente lúdica, sino porque desarrollar la imaginación es fundamental para mostrar empatía, y la empatía, se aprende y crece ante la adversidad. Las historias infantiles tienen un papel fundamental en el desarrollo personal porque por primera vez en nuestras vidas, nos colocan en el lugar de otro, nos obligan a mirar al mundo con los ojos de otros. 

Negarse a retratar lo malo no solo priva a los niños de un aprendizaje esencial, sino que les niega el derecho a conocer por un medio muchísimo más amable que la vida real, que el mundo es, a veces, injusto o peligroso, que las guerras existen o que hubo un tiempo en que la gente moría de tuberculosis. 

Porque la literatura, sobre todo cuando somos pequeños y apenas nos hemos asomado al mundo, es eso, la ventana segura desde donde mirar a otras realidades. Si quitamos el conflicto no queda nada, la historia estará ahí pero estará muerta y a quien la lea, probablemente, le despertará la misma pasión que un manual de instrucciones.

¿Cree que está bien planteado el tema de la lectura en el colegio?

No sé exactamente cómo está planteado ahora. En mi caso recuerdo tener que leer por imposición obras que incluso a mi, que disfrutaba leyendo, me resultaron un suplicio. 

¿Cómo enfoca el tema de la lectura con sus hijos?

No tengo hijos, de todas maneras, siempre que nace algún niño en mi entorno procuro aportar, de mi parte, la primera piedra a su biblioteca con algunos títulos que me hubiera gustado tener a mi. Es curioso porque a algunos padres les ha resultado extraño que le regale libros a un bebe, sin embargo creo que es sano que estén ahí como parte del paisaje cotidiano, con naturalidad y sin imposiciones, listos para ser abiertos en cualquier momento.

Bibiana Candia (A Coruña, 1977) es poeta y escritora, en el año 2011 se mudó a Berlín para dedicarse profesionalmente a la literatura. Ha publicado con Ediciones Torremozas dos poemarios y un libro de relatos: La rueda del hámster, Las trapecistas no tenemos novio y El pie de Kafka, con Franz ediciones el artefacto narrativo Fe de erratas. Colabora habitualmente en la revista Jot Down y es una de las coordinadoras de los cafés literarios en el Instituto Cervantes de Berlín. @bibianacandia